No me resisto a la tentación de escribir someramente sobre 3 de los ODS que considero, reflejan la situación hoy del Río Bogotá, como son: 3. Salud y Bienestar, 6. agua limpia y saneamiento, y 15. vida de ecosistemas terrestres, pues ha sido de público conocimiento, que los jueces del Consejo de Estado y del Tribunal Administrativo de Cundinamarca tuvieron que cargar con unas sentencias a favor del río más importante del centro del país.
No logro asimilar porqué razón seguimos de espalda a nuestras fuentes de vida. ¿Hemos perdido la dimensión de lo que significa nuestro presente común? Es tal la insensibilidad que todo lo que nos presentan lo damos por hecho y tal es así que seguimos decidiendo desde los escritorios, con algunos referentes externos. Nuestra salud mental y física, depende de la ingesta de agua, pura, potable, permanentemente a lo largo de cada día y esa fuente natural es cada río que despreciamos, que no nos aventuramos a conocer y a los que le enviamos todos nuestros desperdicios, que insensatez. El bienestar básico aparte de nutrirnos está también en la contemplación, en el bienestar que nos proporciona el entorno natural, cuna de donde procedemos, luego Salud y Bienestar se obtienen en cada cuerpo de agua que contaminamos, sin olvidar que estamos rezagados en el saneamiento, también básico para vivir con dignidad como seres humanos, que hoy adolecemos en muchos municipios de Colombia.
En correspondencia con lo anterior, está la vida asociada a cada cuerpo de agua, integrando ecosistemas singulares, nichos únicos, especies que perdemos sin conocer y otras que avanzan sobre las nativas, erradicándolas, transformando el paisaje. Insisto en que tenemos que parar el seguir avasallando los ríos, son nuestro sistema circulatorio.
Cuántos recursos se han malgastado en su recuperación. Creo que el enfoque debe cambiar: no procuremos descontaminar el Río Bogotá, paremos de contaminarlo. ES utópico pretender que con la mitigación volveremos a las condiciones originales como lo plantea la ley de acción popular, esto es una ficción. Si dejamos de contaminarlo, poco a poco se recuperará y será más efectivo su proceso que el que creemos conocer e imponer a la luz del conocimiento.
No más discurso ni propuesta “novedosa”, más sentido común, más recuperar la tradición ancestral para recordar cómo se comportan los ecosistemas y como se auto sanan, pero para entender esto, primero tenemos que hacerlo en nosotros, en cada uno, en cada familia. Es triste ver que han pasado tantos años y el río está peor y supuestamente, hay más actores aportando e interesados en mejorar sus actuaciones frente al río. Triste ver que no es así, es patético el desarrollismo frente a la base natural que aun así nos sostiene, que nos permite habita esta cuenca. Tal vez, suene ha llamado lastimero, pero si no se aprovecha este espacio para insistir en que más que cumplir metas, generar indicadores y cumplir compromisos internacionales, es menester, cambiar nuestros comportamientos, la manera de hacer las cosas, de vivir, de pensar, de interactuar con el otro, de ser incluyente, aprendiendo de quienes conocen, de nuestras comunidades raizales, de tolerar que debemos intentar otras vías, naturales, conscientes, humanas de llevar esta existencia que agobia con este panorama.
El Estado no puede sustraerse de este compromiso, pues asumió en el contrato social el representarnos de la mejor manera y dirimir las diferencias. No más defendernos de nosotros, sí más inversión a favor de la sociedad, de los grupos vulnerables que día a día vamos integrando cada uno. Qué bueno será que cuando hagamos el balance del cumplimiento de los ODS podamos decir, cumplimos con nosotros aquí en casa, así sea en algunos, ojalá en todos, pero hagamos pocos bien hechos.
Walter Ocampo G.
Director Ejecutivo Asomuña