Referirse al impacto ambiental que generan las asociaciones empresariales en la jurisdicción CAR es desafiante, por cuanto no se aprecia a primera vista dicho compromiso, pero si revisamos con detenimiento los antecedentes de creación de nuestras organizaciones, sabremos que dicho impacto es de carácter superestructural, es decir, más allá de los productos tangibles, se generan colectivamente políticas, acuerdos, buenas prácticas, y ejemplos para que otros puedan emular dichos logros; porque al ser las asociaciones empresariales intermediarias de innovación o innomediarias, son quienes más capturan valor de sus afiliados y de otras organizaciones con las cuales se relacionan, facilitando que el impacto siempre sea mayor, superior al generado entre sus asociados, porque al lado de estos, se encuentran otros empresarios de su cadena de valor o proveedores que terminan beneficiados, y como es común en Colombia, sin aportar más allá de su presencia en las formaciones y procesos adelantados

Recuerdo bien como hace más de 2 décadas, se firmaban acuerdos o pactos de cumplimiento con la autoridad ambiental, y muchas de nuestras organizaciones los firmaron, como ASOMUÑA, AINCA, ASOOCCIDENTE y posteriormente otras que fueron creciendo como ASEMPTO y PRODENSA y otras que se crearon en este milenio, AESABANA, ASIENORTE, donde se pretendía el cumplimiento de la norma, para algunos casos la Ley 9 de 1979 o código Sanitario Nacional y el Decreto Ley 2811 de 1974, entre otras que imperaban, como lo hizo este Código Nacional de los Recursos Naturales Renovables, que aplicó el INDERENA en su momento y posteriormente, la Ley 99 de 1993 que crea el Sistema Nacional Ambiental SINA y fusiona el INDERENA con el Ministerio de ambiente, hoy también de desarrollo sostenible, a más de crear otras Corporaciones ambientales regionales.

En esas políticas públicas, por mandato constitucional, se incorporaron en las normas, la gestión ambiental por parte de los particulares y por antonomasia la responsabilidad del Estado, como rector de la gestión y promoción de las sinergias con las organizaciones ambientales de toda índole: fundaciones, ONGs y otras corporaciones para hacer cierto el derecho a un ambiente sano, y sobre todo, proteger la base natural de la república, respetando las prelaciones del paisaje, el agua y la biodiversidad, por mencionar las más amenazadas en Colombia.

Todo esto, en el marco del desarrollo sostenible, que creo que lo entendimos mal, al hacer uso desmedido de los recursos y dejar lo que no se agotó para las generaciones futuras, en vez de haber comprendido, que siempre tomamos prestado dichos recursos de quienes no han nacido y debemos, como los talentos bíblicos, multiplicarlos, hacerlos crecer, rentabilizarlos si me permiten el término, para nosotros y los que vienen en camino. De esta interpretación, se desprende la verdadera sostenibilidad de las actividades productivas, que permitirán invertir en nuevas tecnologías, en responsabilidad social empresarial, en creación de valor para las comunidades o clientes externos de nuestros agremiados y por supuesto, que algo le toque a las cenicientas de este cuento: las asociaciones empresariales, porque aquí está la paradoja, generamos valor para los empresarios, capturamos valor de otros grupos de interés para los mismos, lo que nos hace verdadero bróker de la innovación, pero recibimos cada vez más demandas de gestión y en muchos casos, poco retorno económico o nulo para el funcionamiento de las mismas, pues todavía se consideran en algunos casos un gasto necesario, un tiene que hacerlo, para no estar desolados en la relación con la autoridad. 

Desde hace algunos años, muchos de nosotros decidimos trabajar mancomunadamente con el Estado en los temas ambientales y por supuesto sociales, vinculándonos con estudios técnicos, aportes en tecnología, inversión en nuevos equipos, cambiándolos, sustituyendo energéticos, formulando políticas para el sector, haciendo veeduría a los procesos judiciales e ilustrando también a los falladores o jueces en los pleitos por la operación en condiciones contra natura, pero fundamentalmente educando y formando a nuestros colaboradores en todas las áreas ambientales y a nuestras comunidades relacionadas, este ha sido el impacto ambiental, macro, enorme, desinteresado desde las asociaciones y creador de valor para las personas, porque relacionándonos hemos aprendido y compartido con las autoridades dichos avances, hemos cofinanciado muchos programas de producción mas limpia, huella ambiental, uso racional de recursos, reducción de consumos, entre tantos objetivos para bienestar de todos, y aún así, falta mucho más por hacer, más involucramiento, más convencimiento que el cambio climático es real y que nuestra viabilidad como especie sí está en juego.

En estos años también hemos aprendido sobre el territorio, sobre sus capacidades de soporte, sobre cómo optimizar los usos del suelo y estas asociaciones con la CAR hemos logrado avances en la recuperación de ecosistemas y determinantes ambientales que ya son un hito para los pobladores, como los humedales, las zonas de ronda, las zonas de amortiguación de las áreas silvestres, el cuidado de los bosques y dejar atrás la nefasta práctica de desecar los cuerpos de agua para extender las propiedades privadas, sin función ecológica y mucho menos social porque se privilegiaba la propiedad sobre el bien común.

Sí, la tarea es grande, pero cada día hay más conciencia personal y colectiva, ya hemos reconocido derecho a recursos naturales como ríos, ya entendemos el papel orientador de las CAR y otras autoridades, ya padecemos la variabilidad climática, el agotamiento de mucha flora y fauna, pero también celebramos que nuestros descendientes comprenden la simbiosis con GAIA y cómo las empresas, por más fuertes que se sientan, no pueden medrar la sostenibilidad basadas en el lucro; ya la sanción social se ve, como el mayor valor de estar asociado a un gremio o colectividad, sumar y multiplicar los esfuerzos para vivir mejor. Esa es la finalidad de estas asociaciones, generar vida digna, plena, en una palabra, sostenible. 


Walter Ocampo Gutiérrez
Director Ejecutivo
+573154742305
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http://asomuna.org/
Bogotá · Colombia